lunes, 22 de abril de 2013

El comienzo

Hace ya 10 años, por las vueltas que da la vida, empecé a pescar, tal vez como una forma de distraer los problemas y rompederos de cabeza que en aquel momento tenía.
Los comienzos fueron difíciles, hay que tener en cuenta que la pesca es una afición, que para dominar se deben adquirir muchos conocimientos y habilidades. Yo recuerdo que la primera vez que fui al río a pescar, me compré un equipo de más de 400 Euros, entre caña, carrete, vadeador, etc, aparte de unas moscas de más de 2 Euros cada una. Claro, te pones en la orilla del río y piensas "va, aquí lanzo yo mi aparejo y les va a faltar tiempo a las truchas para tirarse a por mis moscas". GRAN SORPRESA, día nefasto, ni picada, no hacia más que perder aparejos o enredar la línea o la caña entre las ramas o la maleza, vamos en resumidas cuentas una lección que te da la vida de las que no se te olvidan.
Una vez de vuelta a casa, tras aquella enorme decepción o frustración o impotencia o yo que se más, me planteé dos cosas, o me deshacía de mi cara inversión o aprendía a pescar como lo que era "un aprendiz".
Finalmente me dí otra oportunidad como pescador, más que nada porque tenía la licencia pagada para toda la temporada, pero teniendo claro que no me iba a comer el mundo, sino que tenía que partir de cero.
Analicé el por qué de aquel día tan gris, con estas conclusiones:
- Perdía los aparejos porque nadie me había enseñado como hacerlos, claro, yo pensaba que valía un nudo para un zapato
- Se me enganchan los aparejos porque no dominaba mis lances, es más no tenía ni idea de como era la técnica correcta
- Se me enganchaba la línea en el ramaje porque no conocía el entorno
Un par de semanas después, corregidos en parte estos problemas, volvía a la tienda de pesca y compré moscas para otros aparejos, me los monté y volví al río. ¿Que pasó?. GRAN DECEPCIÓN, de nuevo ni picada, al menos esta vez no perdí los aparejos, ni consumí parte de mi salud peleando con las ramas y la maleza.
Estando allí en el río, pensaba "será que en este tramo no hay truchas". De nuevo GRAN ERROR, porque subía pescando el río un señor de unos 60 años, que tubo la amabilidad de parar a hablar conmigo, y de la que se iba en un momento sacó 2 truchas de buen tamaño.
De vuelta en casa, tras otro día para olvidar, volví a reflexionar sobre mi estrategia de pesca, con una conclusión terrible: no tenía ni idea de que comían las truchas. En aquellos tiempos había Internet, pero la información que podía encontrar sobre pesca, era poca o ninguna, así que busqué la información donde pude hasta encontrar lo que necesitaba.
Varios días después, volví al río, con las moscas adecuadas, bien atadas, un día de tiempo perfecto, pero con el mismo resultado de siempre, DÍA DESASTROSO.
De este otro día de pesca saqué otra conclusión: no tenía ni idea de los hábitos de las truchas. De nuevo a buscar la información por donde podía.
Pasó un mes hasta que lo volví a intentar, era una tarde de Junio, un día soleado sin una nube en todo el cielo, me puse en la orilla derecha del río para favorecer mi lance. Empecé con un aparejo que tenía una mosca carne y haciendo lances cortos-medios tuve mi primera captura, una trucha de unos 12 centímetros, que evidentemente la devolví al río con toda la torpeza que caracteriza a un novato. Continué pescando, animado por mi gran logro, pero nada más que picaron otras 2 truchas, de talla similar a la primera, así que a eso de las 10 me fui para casa.
Sería finales de Junio o principios de Julio cuando volví a pescar, yo creo que ya más por orgullo que por amortizar lo invertido. Era una tarde que se tornó oscura, casi de tormenta, el aire estaba raro, pero después de 35 minutos de viaje en coche, no tenía pensado volver a casa sin darme la última oportunidad. Puse el mismo aparejo de la mosca color carne, y al cuarto o quinto lance, una trucha de buen tamaño entró una hormiga que había puesta en el aparejo con una furia que parecía un tiburón, tras unos segundos de lucha se soltó, había partido el aparejo. ¿Por qué?. Otro error de principiante, el freno del carrete estaba demasiado duro.
Continué pescando y ni picada. Me senté en una piedra y durante unos minutos pensé y me dije "estas al lado del río, hoy parece que puede ser un buen día, pero tengo que hacer algo para que así sea". Abrí mi caja de moscas, y allí había otra hormiga, esta de ala blanca, y armé con ella otro aparejo. Me puse de nuevo a pescar, habrían pasado unos quince minutos cuando otra trucha bastante mayor que la anterior, entró el aparejo de una forma bestial, yo levanté la punta de la caña y afloje el carrete. La trucha forzaba el carrete y le sacaba hilo a todo trapo, yo empecé a endurecer el freno hasta que casi no sacaba hilo, y empecé a recuperar hilo. La trucha daba saltos sobre el agua y se tiraba abajo a las piedras del fondo. Tras unos minutos de lucha la conseguí orillar y la cogí con la sacadera. Era una trucha de unos 37 centímetros, imperial, vigorosa, llena de fuerza incluso en la derrota, un oponente por encima de mis posibilidades.
Después de un lance así la pesca se ve de una manera diferente, la captura no es lo importante, sino la sensación que se produce durante la lucha.
Esta historia tan larga que os he contado se resumiría si alguien me hubiera enseñado el arte de la pesca, sin tener que haber sufrido duras lecciones, así que para todos aquellos que como yo no tienen la suerte de contar con un maestro, para ellos va este blog.

Carpe diem

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